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Escritoras y seudónimos

A lo largo de la historia muchas mujeres han utilizado seudónimos conscientes de que sería más fácil para ellas publicar sus obras si usaban un nombre masculino, sabiendo además que probablemente tendrían una mejor aceptación entre el público.



Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea (1796-1877) eligió el seudónimo de Fernán Caballero:

«Gustóme ese nombre por su sabor antiguo y caballeresco, y sin titubear un momento lo envié a Madrid, trocando para el público, modestas faldas de Cecilia por los castizos calzones de Fernán Caballero».




Aurore Dupin (1804-1876), conocida como George Sand, que no solo escribió una cantidad ingente de obras, sino que también fue protectora de escritores jóvenes como Gustave Flaubert, quien dijo de ella: “¡Ah! Qué gran hombre era esta mujer.”



Las tres hermanas Brönte. Publicaron bajo los seudónimos de Currer, Ellis y Acton Bell un libro de poemas que no tuvo mucho éxito, pero por separado, escribieron grandes obras de la literatura. Eligieron nombres masculinos con las mismas iniciales que los suyos, así, Charlotte Brönte (1816-1855) era Currer Bell y con ese nombre publicó Jane Eyre; Emily Brönte (1818-1848) publicó Cumbres borrascosas como Ellis Bell; y Anne Brönte (1820- 1849), Agnes Grey bajo el seudónimo de Acton Bell.




Matilde Cherner (1833-1880), con el seudónimo de Rafael Luna publicó varias novelas, entre ellas, María Magdalena: estudio social, una obra que fue muy polémica ya que su protagonista es una prostituta.



Algunas escritoras ocultaron su nombre poniendo solo las iniciales, así, la autora de Mujercitas, Louisa May Alcott (1832-1888), antes de ser famosa por la historia de las cuatro hermanas, publicó cuatro novelas bajo el seudónimo ni masculino ni femenino de A. M. Barnard. La creadora del personaje de Mary Poppins, Helen Lyndon Goff (1899-1996), usaba el seudónimo de P.L. Travers. Y por supuesto, de todos es ya conocido que J.K. Rowling es una mujer a la que su editor aconsejó que sustituyera su nombre, Joanne, por iniciales.





También tenemos casos como el de María Lejárraga (1874-1974), que no es que escribiera bajo seudónimo, es que era su marido, Gregorio Martínez Sierra, el que firmaba obras como Canción de cuna o El amor brujo, llevándose todo el mérito por dirigirlas y supuestamente escribirlas. Lo mismo le ocurrió a Colette (1873-1954) que escribió varias obras que luego firmó su marido, Henry Gauthier-Villars, «Willy».



La lista es interminable:Mary anne Evans (1819-1880), era conocida como George Eliot; Caterina Albert i Paradís (1869-1966) firmaba como Víctor Català; Karen Blixen (1885-1962) publicó Memorias de África como Isak Dinesen; Olive Emilie Albertina Schreiner (1855-1920) publicó la que se considera la primera gran novela sudafricana, La historia de una granja africana, con el nombre de Ralph Iron…


Para terminar, la primera mujer en ser nombrada Gran Maestro Damon Knight Memorial por la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos no fue Ursula K. Leguin como aparece en algunos artículos, sino Alice Mary Norton (1912-2005), conocida por su seudónimo Andre Norton.


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